lunes, 8 de mayo de 2017
jueves, 27 de abril de 2017
ALERTA
¡ALERTA!
Cuando vemos una letra o señal ética con mensaje de advertencia, siempre nos llama la atención y al mismo tiempo nos invita a prepararse, a tener actitud proactiva, a estar preparado para actuar. Cuando se ve esta señal en un sendero en un parque por ejemplo, es una información que advierte a la persona a poner atención, estar en una actitud de vigilancia, a tener precaución, a colabora y si es necesario tomar decisión para evitar cualquier tipo de accidente.
En la vida siempre existen alertas o advertencias que se demuestran a través de sonidos, letras, signos o símbolos, luces, etc., de acuerdo a los convenios y consensos socio-antropológicos. Es un lenguaje particular que la persona de acuerdo a los registros obtenidos, no puede ignorarlo menos ser indiferente frente a ello. Alerta desde luego es un servicio para la persona humana, para su desarrollo, su integridad y su seguridad garantizando así su sobrevivencia.
La sobrevivencia en este sentido es el resultado directo de la reacción inmediata y adecuada acompañada por una decisión correcta de la persona frente al peligro que amenaza su vida. A nivel cognitivo esta reacción podría ser espontánea como una respuesta natural instintivo, pero a nivel socio-cultural no es solo una reacción espontánea sino un proceso continuo y un aprendizaje permanente como esfuerzo incansable para luego ser transmitido. En este sentido el aprendizaje debe ser promovido intencionalmente y transmitido cuidadosamente. En este camino de aprendizaje instructivo, Aristóteles lo dimensiona como «virtudes intelectuales que perfeccionan al hombre en relación al conocimiento y la verdad y se adquieren mediante la instrucción». A diferencia del aprendizaje de los animales que son meramente imitativo, el ser humano aprende no solo de imitación, sino también tiene la capacidad de internalizar y socializar lo aprendido orientado por su libertad y la capacidad de discernir ya tiene un nivel de inteligencia mayor que los animales.
En el campo físico mental, las alertas tienen impacto inmediato. Por ello la reacción y la respuesta son impostergables. Tal reacción se demuestra claramente en los accidentes y catástrofes naturales. En cambio a nivel espiritual la reacción y la respuesta demora en llegar. Este hecho se experimente más en el proceso de formación intelecto-espiritual.
Hoy en día hay cierta alerta sobre la pérdida de sentido religioso-espiritual, la pérdida de autoridad y los valores etc., pero no hay reacción inmediata. Siempre demora en tomar pasos o más bien estrategias para recuperar la pérdida.
Hay decadencia de este campo espiritual. En el área de la formación integral de persona humana, los esfuerzos y estrategias concretas proviene de los formadores o educadores. En la mayoría de los casos, los padres no toman mayor conciencia para apoyar la formación, lo contrario tienden delegar su rol principal y fundamental como educadores o formadores de sus propios hijos. En la vida cotidiana se comenta, se sabe, más hay conciencia y preocupaciones, pero en la práctica estas preocupaciones no se traducen en acciones concretas.
En los países más desarrollados se ve más la tendencia de abandonar la formación valórica espiritual. Ellos tienden promover más derechos, igualdades, libertades, etc., que sin duda son importantes, pero hay que complementarlos con la formación espiritual para no perder el equilibrio ya que la persona humana es un ser espiritual no solo un ser biológico.
No se puede negar que a medida que va perdiendo el sentido espiritual y la ausencia de la práctica religiosa va disminuyendo también la sensibilidad hasta la pérdida de espiritual y la moral en el actuar de las persona ya que la ética y la moral tiene su fuente en lo espiritual. Aristóteles afirma que, «a través de las virtudes el hombre domina su parte irracional». Por eso si una persona olvida su vida espiritual, lo más probable es que tendrá una vida desequilibrada, se vuelva más racional pero menos sensible. La tendencia racionalista podría formar una postura simplista que ve a la persona humana simplemente como un ser biológico, como un conjunto de células o un simple ser material. Desde punto de vista antropológica, la vida humana es mucho más que un ser viviente, ya que es mucho más compleja en sus dimensiones, es mucho más misteriosa de lo que uno mismo puede sentir, percibir o comprender de sí mismo.
La antropología cristina tiene un inmenso aporte en esta línea cuando ve a la persona como un ser que tiene cuerpo, alma y espíritu que forman un solo ser. Solo cuando se logra desarrollar integralmente estas tres dimensiones, la persona puede crecer, interactuar e interrelacionarse con su entorno sabiamente: con personas, con la naturaleza y con lo divino, con Dios. Solo así la persona puede ver claramente los peligros constantes que amenazan su vida y su propio desarrollo integral.
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