¿DONDE ESTÁ TU CORAZÓN?
No amontonen tesoros en esta tierra, donde la polilla y la herrumbre echan a perder las cosas, y donde los ladrones perforan los muros y roban. Amontonen mejor tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre echan a perder las cosas, y donde los ladrones no perforan los muros ni roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt. 6, 19-23). Jesús enseña a sus discípulos esa sabiduría de poseer después de enseñarles a practicar las virtudes: la limosna la oración y el ayuno que ayudan a tener una disciplina interior que finalmente conduce a la felicidad duradera.
Sin duda nuestra sociedad está promoviendo una mentalidad materialista-calculadora. Desde allí nace una cultura hedonista sin freno que no permite al ser humano controla sus deseos placenteros. Es cierto que no se puede negar que el placer es una pequeña parte de la felicidad, sin embargo no es todo menos es sinónimo de la felicidad. Si fuera así entonces una vez cuando se logra algo placentero, el ser humano dejaría de buscar otra cosa que le satisfecha.
La experiencia nos ha mostrado y sigue mostrándonos, que ninguna cosa material nos deja muy satisfecho y por lo tanto no queremos más. Lo contrario después de lograr tal cosa material que anhelamos tanto, seguimos buscando otra cosa más. Nunca sentimos ya «basta». Esa experiencia misma nos enseña a replantear, revisar nuestra postura, estilo de vida y decisión ante la cultura hedonista.
Lo que señala Jesús hace 2000 años atrás sigue siendo actual y vigente pero sobre todo no es algo extra terrestre o algo impracticable. Lo contrario toca directamente nuestra experiencia humana. Hay muchas personas que al practicar las virtudes de limosna, oración y ayuno han logrado una disciplina interior increíble y una vida más equilibrada por lo tanto son muy felices. En realidad no son las cosas materiales acumuladas que nos hacen feliz, sino como gozar lo que tenemos aunque son pocos. Al límite de nuestra existencia se experimenta que las cosas materiales no tienen importancia.
Con frecuencia vivimos esa experiencia con nuestros seres queridos en el momento su experiencia de límite de la existencia humana. Me tocaba a acompañar a un abuelo que tiene muchos bienes materiales en su última hora. Después de rezar junto y recibió el sacramento de los enfermos, me dijo, «Ahora puedo morir tranquilo porque he recibido la gracia de Dios pero sobre todo me siento muy orgulloso de haber educado a mis hijos, ya tienen su vida asegurada».
Es muy bello ese testimonio, lo que destaca ese abuelo no es sus cosas materiales acumuladas, sino lo espiritual. No dijo estoy contento porque he juntado todo lo que quería en mi vida, sino más bien la experiencia espiritual. Se dio en manifiesto que solo la gracia de Dios y la formación de sus hijos lo hace feliz y sentirse sereno antes de terminar su peregrinación acá en la tierra.
Dónde está el corazón del amante? En la cosa que ama: por consiguiente, allí donde está nuestro amor, allí es donde nuestro corazón permanece cautivo. No puede salir de allí, no puede elevarse más alto, no puede ir ni a derecha ni a izquierda; está allí parado. Allí donde está el tesoro del avaro, allí tiene su corazón; allí donde está nuestro corazón, éste es nuestro tesoro.
¿Qué es lo que nos hace cautivos? ¿Estamos en «la libertad de los hijos de Dios»? (Rm 8,21) ¿O estamos atados a los bienes, a las comodidades, a los honores? Dios te llamó porque tiene propósitos muy fuertes para ti, pero es necesario que renuncies a todo lo que sea un estorbo entre tú y Él. No son solo los amigos o los lugares a los que asistes las únicas cosas que te puedan estorbar. ¿Y tu manera de pensar? ¿Y las cosas que sientes? Especialmente cuando lo cuestionas a Dios o cuando no quieres obedecerlo en todo.