El ser humano es un ser dinámico que nunca está quieto, siempre busca el cambio que de un modo le permite madurarse y tener confianza en su propia capacidad, pero de otro lado le provoca miedo o al menos la duda por los riesgos que conlleva un cambio. En esa dirección, es un ser que va cambiando de acuerdo de tiempo y espacio. Con otra palabra es un ser que está en movimiento. La inquietud humana se expresa en la búsqueda permanente; desde lo material, espiritual hasta el sentido profundo de su propio ser. La búsqueda permanente pretende satisfacer el anhelo profundo que lleva por dentro del ser humano.
Pero eso no significa que la búsqueda termina allí, perdida en medio de desesperanza, sepultado en la impotencia. El mecanismo de estado psíquico estimula desde dentro otra manera de recompensarse. Por eso se busca distinta manera y forma para lograr una satisfacción interior que va más allá de los desastres y fracasos, dolores y dificultades de la vida.
La recompensa más antigua que probablemente tiene la misma antigüedad del ser humano es establecimiento de relación fuera de lo humano. El ser humano de esta manera busca y fortalece una relación distinta fuera de sí mismo y de los demás. La relación con un SER SUPERIOR le permite encontrar una salida para su desesperanza. Ese mecanismo de salir de sí mismo para encontrarse con un SER superior le da el sentido espiritual a su propio ser. Ese encuentro o relación es tan intensa y satisfactoria hasta que lo motiva a celebrar esa relación por medio de los cultos.
Esa relación la viven intensamente los pueblos originarios. Su relación con el ser SUPERIOR le abre el camino hacía un nuevo conocimiento que les permite dar nombre a ése SER SUPERIOR. Por eso conocemos distintos nombres de un ser SUPERIOR dependiendo de la experiencia vivida y relación establecida. Ese tipo de relación no pretende reemplazar las relaciones humanas, lo contrario invita a todos a celebrar la experiencia vivida con ese ser SUPERIOR o con lo divino en las celebraciones o cultos masivos. Estas celebraciones religiosas revelan algo más allá de lo experimentado en nivel humano marcando así la cosmovisión del ser humano.
El pueblo cristiano que tiene su raíz en el judaísmo, experimenta una manera nueva de relacionarse con lo divino porque hay un cambio de paradigma. Si antes el ser humano es él que busca relacionarse con lo divino para satisfacer su necesidad espiritual, ahora la iniciativa viene de Dios. Dios que sale al encuentro con el pueblo que está viviendo una crisis de deportación y opresión. En medio de la experiencia desastrosa y dolorosa, Dios viene a intervenir, estar al lado de los débiles para salvarlos. Desde entonces la experiencia de Dios se cambia totalmente. El pueblo Israel experimentaba y sentía la presencia de un Dios que está presente en su historia. El Dios de Israel es un Dios de la historia que camina junto a su pueblo, que establece una alianza de fidelidad mutua; Dios Yahvé será Dios de Israel y Israel será su pueblo.
El Dios que Cristo revela es el Dios Emmanuel, Dios con nosotros. Dios que comparte su divinidad con nosotros y elevando así la naturaleza humana a lo divino. De esta manera en Cristo Jesús la naturaleza pecadora es perdonada, la raza humana es redimida. La presencia de Dios en Cristo se encarna, en medio de su Espíritu Santo su presencia es perpetua. En una nueva presencia, es una presencia presente. Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8).