UN LUGAR PARA CRECER
POR: JUAN PABLO FIGUEROA
Postulante 3º año
Al hablar de mi testimonio en la Congregación del Verbo Divino, necesariamente mi pensamiento me lleva a la vida comunitaria, y por tanto la comprende completamente en un conjunto de recuerdos, experiencias y vivencias, que han hecho de mi paso por la Congregación una valoración y aprendizaje profundo de la identidad Verbita. Al igual que en las primeras comunidades cristianas en las cuales los apóstoles vivieron unidos y compartieron la fracción del pan y las oraciones (Hch 2,42). Así tan bien ha sido mi experiencia, en la cual me ha tocado compartir con muchos cohermanos, tanto nacionales como extranjeros y enriquecerme con sus propias experiencias. Una suerte de aprendizaje en mi preparación para la vida religioso-misionera.
De tal forma que el hombre se concibe como un “ser social”, así de la misma manera yo sentí que mi vocación iba por una vida religiosa, con las inquietudes propias de no saber muy bien en que consistía esto, reconocí (posteriormente), que es un carisma que Dios pone en el hombre, y que le invita a compartir desde lo suyo (tanto sus luces como sombras), y ponerla al servicio de la Iglesia. Así pues, mi experiencia en la comunidad de formación es profundamente enriquecedora, porque en definitiva voy creciendo y desarrollado en mi, valores y competencias que van siendo compartiendo con mis hermanos, como también reconociendo en ella mis falencias y dificultades, todo esto en espíritu de comprensión y fraternidad.
El espíritu de fraternidad se vive en la comunidad. Así con el tiempo he reconocido que es un don, el darse así mismo; los talentos, la confianza, son un regalo que se va gestando con el paso del tiempo y que permiten ir logrando fuertes lazos de amistad y comunión. La vida comunitaria me ha permitido salir de mis temores y miedos y hacer una radical apertura al otro y a sus necesidades. Es también hacer imitación de Cristo, quien con la experiencia comunitaria con sus discípulos, da un fuerte testimonio de unidad y compañerismo.
No ajena a dificultades el vivir comunitario siempre es un espacio de diálogo y formación, en el cual he comprendido la necesidad de ir transformando la vida; liberándose del hombre viejo y dando espacio al nuevo, que va creciendo en conjunto y con el apoyo de los demás. La gracia está dada en el dejarse moldear, así como lo expresa Jeremías en la casa del alfarero (Jr 18, 5-6), es ponerse en las manos paternales de Dios y dejarse moldear. Puesto que muchas veces no somos capaces de reconocer nuestras fragilidades y flaquezas, ahí esta la comunidad quien con amor y fraternidad está dispuesto a guiarnos en el crecimiento y seguimiento del Maestro.
Por último, como no referirme a algo de la esencia de las comunidades Verbitas, que es su internacionalidad. Así como lo plasmó nuestro fundador San Arnoldo Janssen, quien quiso que las comunidades se conformaran por cohermanos de distintas nacionalidad; y que en la actualidad se conserva como un distintivo tan característico y propio de nuestra esencia misionera. Que riqueza más grande, me ha significado el valorar en cada religioso, su cultura, su identidad, su idioma, sus costumbres. Y con ello me he dejado encantar y motivar por la vocación regalada por Dios, comprendiendo esta gran misión de la Iglesia. Que aún siendo distintos rostros, permanecemos en un mismo corazón.
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