Nunca es fácil tomar decisión sobre todo cuando se trata de algo que afecta directamente a la persona humana: a uno mismo o a cualquier persona que sea. Nadie le resulta fácil, porque tampoco nadie nace con tal capacidad de decidir y con tanta certeza que no quiere consultar a nadie. Nunca ocurre así y en realidad no existe tal capacidad.
A nivel personal, antes de tomar decisión, por lo menos es necesario consultar al mundo interior «la voz interior» en el silencio dedicando el tiempo necesario para poder tomar decisión con mayor convicción. Luego es indispensable olvidar de consultar el entorno material y personas. Esa postura requiere mucha humildad y apertura de escucha. Esa actitud permite considerar con mayor objetividad las circunstancias que influye y que pueden traer las consecuencias a una decisión tomada. En término de tiempo y de dificultad, la decisión personal quizá es menos compleja pero no significa que es fácil.
Es cierto que ante una decisión colectiva es mucho más compleja porque requiere más personas por lo tanto hay más ideas, posturas y actitudes que conlleva la consecuencia de mayor tiempo. Mientras más personas demorarán más en tomar decisión.
A diferencia de una decisión personal que puede dejar totalmente satisfecho a tal individuo, la decisión colectiva tomada nunca satisface a todos. Alguien tiene que ceder sus ideas por muy buenas que sean para que se tomara decisión, cuanto más aún si se trata de una decisión urgente en término de tiempo y la demandad a la necesidad concreta. Antes estas situaciones concretas muchas veces provocan dilemas éticos. De un lado hay que tomar decisión porque a veces la necesidad es tan urgente que no se puede postergar, porque las personas más necesitadas de tal decisión no pueden esperar más. Pero de otro lado no se puede actuar contra el consejo ético universal que «ante una duda o en situación dudosa, no se puede tomar decisión».
Tanto la decisión personal como la decisión colectiva tienen su dificultad. Ninguna de las dos es fácil. Lo cierto es que en ambas hay que tomar decisión. Ahora o luego. Tarde o temprano. Nadie es indiferente ante la vida, cuando hay que tomar decisión.
Si tienes que tomar decisión ahora, hazla con mucha fe y responsabilidad bajo la luz del Espíritu Santo que te guié. Basta dejarte guiar por Él que tus decisiones sean maduras no solamente porque tomas tiempo y dedicas mucha atención a ella, sino también porque consideras el proyecto de Dios que hay en ti. Decídete no por la moda ni por la influencia del otro tampoco de la corriente sino una decisión que nace de una convicción después de discernirla con la ayuda de Dios y los demás.
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