UNA VISITA
PRIVADA LLENA DE RECUERDOS DEL PAPA BENEDICTO XVI
La visita del papa Benedicto XVI a la casa de los Misioneros del Verbo Divino en Nemi donde se encuentran
en su pleno décimo séptimo Capítulo General fue un Hermosísimo Recuerdo como lo expresó él mismo. Fue una mañana marcada por los
recuerdos, relacionados con el período en que era un joven teólogo en el
concilio Vaticano II, la que vivió el lunes 9 de julio Benedicto XVI con
ocasión de su visita al centro de los misioneros verbitas junto al lago de Nemi.
Cuarenta y siete años después de participar en los trabajos
de la comisión conciliar de las misiones, Joseph Ratzinger ha vuelto a los
mismos lugares para encontrarse con los 125 padres capitulares de la Sociedad
del Verbo Divino reunidos en el centro que lleva el mismo nombre del decreto
del Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia: "Ad
gentes".
Estoy
verdaderamente complacido por la posibilidad de volver a ver después de 47 años
esta casa en Nemi. Tenía de ella un bellísimo recuerdo, quizá el más bello
recuerdo de todo el Concilio. Yo vivía en el centro de Roma, en el Colegio de
Santa María del Alma, con todo el ruido: ¡todo eso es también bello! Pero estar
aquí en el verde, tener esta amplitud de la naturaleza y también esta frescura
del aire, era ya en sí una cosa bella. Y luego estaba la compañía de tantos
grandes teólogos, con un encargo tan importante y bello de preparar un decreto
sobre la misión.
Recuerdo
sobre todo al general de aquél tiempo, el padre Schütte, que había sufrido en
China, había sido condenado, luego expulsado. Estaba lleno de dinamismo
misionero, de la necesidad de dar un nuevo impulso al espíritu misionero. Y me
tenía a mí, que era un teólogo sin gran importancia, muy joven, invitado no sé
por qué. Pero era un gran regalo para mí.
Luego estaba
Fulton Sheen, que nos fascinaba por la noche con sus discursos, el padre Congar
y los grandes misionólogos de Lovaina. Para mí fue un enriquecimiento
espiritual, un gran regalo. Era un decreto sin grandes controversias. Estaba la
controversia, que yo nunca he comprendido realmente, entre la escuela de
Lovaina y la de Münster: fin principal de la misión ¿es la implantatio
Ecclesiae o el anuncio Evangelii? Pero todo convergía en un único dinamismo de
la necesidad de llevar la luz de la Palabra de Dios, la luz del amor de Dios al
mundo y de dar una nueva alegría por este anuncio.
Y así nació
en aquellos días un decreto bello y bueno, casi aceptado unánimemente por todos
los padres conciliares, y para mí es también un complemento muy bueno de la
Lumen gentium, porque en el encontramos una eclesiología trinitaria, que parte
sobre todo de la idea clásica del bonum diffusivum sui, el bien que tiene la
necesidad en sí de comunicarse, de darse: no puede estar en sí mismo, la cosa
buena, la bondad misma esencialmente es «communicatio». Y esto ya
aparece en el misterio trinitario, en el interior de Dios, y se difunde en la
historia de la salvación y en nuestra necesidad de dar a otros el bien que
hemos recibido.
Así, con
estos recuerdos he pensado a menudo en estos días de Nemi que están en mí, como
he dicho, parte esencial de la experiencia del Concilio. Soy feliz de ver que
vuestra Sociedad florece --el padre general ha hablado de seis mil miembros en
muchos países, de muchas naciones--. Claramante el dinamismo misionero vive, y
vive solo si existe la alegría del Evangelio, si estamos en la experiencia del
bien que viene de Dios y que debe y quiere comunicarse. Gracias por vuestro
dinamismo. Os auguro para este Capítulo toda bendición del Señor, mucha
inspiración: que las mismas fuerzas inspiradoras del Espíritu Santo que nos
acompañaron en aquellos días casi visiblemente estén de nuevo presentes entre
vosotros y os ayuden a encontrar el camino para vuestra Compañía, así como para
la misión del Evangelio ad gentes para los próximos años. Gracias a todos
vosotros, el Señor os bendiga. Rezad por mí, como yo rezo por vosotros.
¡Gracias!
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