lunes, 9 de julio de 2012


UNA VISITA PRIVADA LLENA DE RECUERDOS DEL PAPA BENEDICTO XVI

La visita del papa Benedicto XVI a la casa de los Misioneros del Verbo Divino en Nemi donde se encuentran en su pleno décimo séptimo Capítulo General fue un Hermosísimo Recuerdo como lo expresó él mismo. Fue una mañana marcada por los recuerdos, relacionados con el período en que era un joven teólogo en el concilio Vaticano II, la que vivió el lunes 9 de julio Benedicto XVI con ocasión de su visita al centro de los misioneros verbitas junto al lago de Nemi.
Cuarenta y siete años después de participar en los trabajos de la comisión conciliar de las misiones, Joseph Ratzinger ha vuelto a los mismos lugares para encontrarse con los 125 padres capitulares de la Sociedad del Verbo Divino reunidos en el centro que lleva el mismo nombre del decreto del Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia: "Ad gentes".
Una visita privada en la forma, que inmediatamente se transformó para el Pontífice en una ocasión propicia para volver con la mente y con el corazón a aquellas jornadas de las que dijo que conserva un «hermosísimo recuerdo, tal vez el mejor recuerdo de todo el Concilio». Momentos inolvidables vividos en el «verde», al contacto con «el respiro de la naturaleza» y «el aire fresco» en «compañía de tantos grandes teólogos». A continuación el texto completo el discurso dirigido a los capitulares en el centro «Ad Gentes».

Estoy verdaderamente complacido por la posibilidad de volver a ver después de 47 años esta casa en Nemi. Tenía de ella un bellísimo recuerdo, quizá el más bello recuerdo de todo el Concilio. Yo vivía en el centro de Roma, en el Colegio de Santa María del Alma, con todo el ruido: ¡todo eso es también bello! Pero estar aquí en el verde, tener esta amplitud de la naturaleza y también esta frescura del aire, era ya en sí una cosa bella. Y luego estaba la compañía de tantos grandes teólogos, con un encargo tan importante y bello de preparar un decreto sobre la misión.
Recuerdo sobre todo al general de aquél tiempo, el padre Schütte, que había sufrido en China, había sido condenado, luego expulsado. Estaba lleno de dinamismo misionero, de la necesidad de dar un nuevo impulso al espíritu misionero. Y me tenía a mí, que era un teólogo sin gran importancia, muy joven, invitado no sé por qué. Pero era un gran regalo para mí.
Luego estaba Fulton Sheen, que nos fascinaba por la noche con sus discursos, el padre Congar y los grandes misionólogos de Lovaina. Para mí fue un enriquecimiento espiritual, un gran regalo. Era un decreto sin grandes controversias. Estaba la controversia, que yo nunca he comprendido realmente, entre la escuela de Lovaina y la de Münster: fin principal de la misión ¿es la implantatio Ecclesiae o el anuncio Evangelii? Pero todo convergía en un único dinamismo de la necesidad de llevar la luz de la Palabra de Dios, la luz del amor de Dios al mundo y de dar una nueva alegría por este anuncio.
Y así nació en aquellos días un decreto bello y bueno, casi aceptado unánimemente por todos los padres conciliares, y para mí es también un complemento muy bueno de la Lumen gentium, porque en el encontramos una eclesiología trinitaria, que parte sobre todo de la idea clásica del bonum diffusivum sui, el bien que tiene la necesidad en sí de comunicarse, de darse: no puede estar en sí mismo, la cosa buena, la bondad misma esencialmente es «communicatio». Y esto ya aparece en el misterio trinitario, en el interior de Dios, y se difunde en la historia de la salvación y en nuestra necesidad de dar a otros el bien que hemos recibido.
Así, con estos recuerdos he pensado a menudo en estos días de Nemi que están en mí, como he dicho, parte esencial de la experiencia del Concilio. Soy feliz de ver que vuestra Sociedad florece --el padre general ha hablado de seis mil miembros en muchos países, de muchas naciones--. Claramante el dinamismo misionero vive, y vive solo si existe la alegría del Evangelio, si estamos en la experiencia del bien que viene de Dios y que debe y quiere comunicarse. Gracias por vuestro dinamismo. Os auguro para este Capítulo toda bendición del Señor, mucha inspiración: que las mismas fuerzas inspiradoras del Espíritu Santo que nos acompañaron en aquellos días casi visiblemente estén de nuevo presentes entre vosotros y os ayuden a encontrar el camino para vuestra Compañía, así como para la misión del Evangelio ad gentes para los próximos años. Gracias a todos vosotros, el Señor os bendiga. Rezad por mí, como yo rezo por vosotros. ¡Gracias!

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